Una mirada desde la neurociencia. Valentina Olivera es licenciada en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, hizo su maestría en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, y en 2017 se mudó a Chicago (EEUU) para hacer su doctorado en la universidad Rosalind Franklin.
Las medidas restrictivas debido a la pandemia por el nuevo coronavirus la encontraron culminando su doctorado, y aunque la universidad cerró y no pudo continuar haciendo experimentos, logró defender su proyecto en forma virtual.
Olivera contó a SobreCiencia que se especializa en el estudio de las bases neurales del comportamiento, más específicamente en las regiones del sistema nervioso vinculadas al miedo y la ansiedad. La científica puntualizó que el objetivo de su trabajo es investigar cómo la hormona oxitocina modula dos regiones del sistema nervioso: la estría terminal y la amígdala cerebral.
“La amígdala es una región del sistema nervioso que cumple la función de modular o regular miedo, y aunque también está involucrada en otras emociones, esa es la más estudiada científicamente. La amígdala se subdivide a su vez en regiones que se denominan núcleos.
En biología le llamamos núcleos a grupos de neuronas que se comunican entre sí para cumplir determinada función.
Hay otra región del sistema nervioso que está íntimamente conectada con la amígdala, que se denomina estría terminal. La hipótesis de mi tesis de doctorado es que el núcleo de la estría terminal estaría participando más en regular estados o respuestas de ansiedad, mientras que la amígdala estaría más involucrada en respuestas de miedo. Estos dos núcleos se regulan entre sí y, según el estímulo que provenga del medioambiente, la función de uno predomina sobre la del otro.
Por ejemplo, en este tiempo de pandemia tenemos mucho más activado nuestro núcleo de la estría terminal, porque estamos ante una situación que nos da mucha ansiedad. Mientras que, ante un miedo inminente, estaría participando mayormente la amígdala” detalló.
Olivera agregó que el rol más estudiado de la oxitocina está vinculado con promover el relacionamiento social, ya que es muy importante en el vínculo madre-hijo, o en la creación de vínculos de confianza. Agregó que es por eso que se la vincula con el rol ansiolítico que cumple, porque de alguna forma nuestros niveles de ansiedad bajan cuando estamos interactuando socialmente con los demás, algo que en esta pandemia, al menos de forma presencial, está restringido.
“La oxitocina es una hormona históricamente conocida por cumplir funciones durante el parto, pero también actúa como modulador del sistema nervioso. En la literatura se sabe por muchos estudios que esta hormona es ansiolítica, porque tanto el núcleo de la estría terminal como la amígdala responden a ella. Esto significa que esas neuronas tienen la capacidad de modular sus funciones dependiendo de si está la oxitocina o no presente. En el laboratorio nos enfocamos en ver cómo disminuyen los niveles de ansiedad inyectado oxitocina directamente en el núcleo de la estría terminal. Nosotros trabajamos con modelos animales, con ratas”, explicó.
La científica dijo que la ansiedad se define como un miedo sostenido en el tiempo, un miedo a lo desconocido, a algo que no es inminente, y puso como ejemplo el miedo a un insecto. “Se le puede tener miedo a una cucaracha, pero cuando la cucaracha se va o alguien la mata, ese miedo se va, ya no está más.
Pero un estado de ansiedad, que es un miedo más prolongado en el tiempo, ocurre por ejemplo cuando alguien ve el lugar donde antes estaba la cucaracha y siente miedo de verla de nuevo, pero no está seguro. Y esto es lo que está pasando ahora con esta pandemia. Nosotros no sabemos cuándo se va a terminar, cuánto tiempo vamos a estar aislados, cuándo llegará una posible vacuna o una solución a esto. Y este estado de incertidumbre, de no saber lo que va a pasar, es lo que nos genera mucha ansiedad.
Otro caso, por ejemplo, ocurre antes de dar un examen. Allí existe una ansiedad basada en qué nos van a preguntar, y entonces estudiamos para estar preparados. Ese estado de ansiedad es evolutivamente útil para estar alertas, para rendir mejor. Pero cuando ese estado se prolonga en el tiempo, cuando es demasiado, nos afecta fisiológicamente”, explicó.
Olivera subrayó que cuando el estado de ansiedad se prolonga en el tiempo, más de lo que nuestro organismo puede tolerar, pueden surgir problemas de ansiedad generalizada que alteren nuestra rutina, que nos impidan trabajar o estudiar, alimentarnos correctamente o dormir.
La científica agregó que existe evidencia que indica que el funcionamiento del núcleo de la estría terminal se “desregula” en los estados de ansiedad general o estrés postraumático.
“Acá es cuando la oxitocina juega un rol importante porque el relacionarse con los amigos, salir, estar en contacto con la naturaleza, nos ayuda a bajar esa ansiedad. Pero, justamente, en este contexto de pandemia, es lo que no podemos hacer. Y ahí es cuando se complica.
Mi consejo es que tratemos de seguir en contacto con las personas que queremos utilizando todo lo que nos da la tecnología, que mantengamos una rutina específica, como cuando trabajamos o estudiamos, y que busquemos actividades intelectuales que nos hagan sentir bien: leer, armar puzles, crucigramas, lo que sea. Creo que hay conciencia de cómo todo esto puede afectar nuestra salud mental.
A mí me preocupan más las personas que viven solas, adultos mayores o jóvenes. Acá, en Estados Unidos, hay muchos estudiantes que viven solos. Y también la ansiedad que genera la situación económica provocada por esta pandemia”, reflexionó.
La experta contó que la oxitocina se ha utilizado a nivel clínico en humanos con el fin de observar si disminuye la ansiedad. Esto se hizo aplicando por vía intranasal un spray, pero los resultados no han sido claros. Olivera explicó que esto ocurre debido a la complejidad del sistema nervioso.
“Por ejemplo, entre hombres y mujeres respondemos distinto frente a la oxitocina. En las mujeres es un poco más difícil y eso tiene que ver con el dimorfismo sexual en la amígdala y en el núcleo de la estría terminal, que anatómicamente son diferentes. Entonces la anatomía puede decirnos algo de la función de esas neuronas. Se necesita más investigación en este tema para conocer por qué respondemos distinto hombres y mujeres frente al tratamiento.
Hoy en día, para las personas diagnosticadas con ansiedad se utilizan medicamentos que tratan la depresión; no existe aún un tratamiento específico para la ansiedad ni para la otra enfermedad muy asociada, que es el estrés postraumático”, aclaró.
Olivera señaló que tenerle miedo a algo es evolutivamente beneficioso para la supervivencia, y agregó que llega un momento en que nuestro sistema se restablece y se adapta a la situación nueva.
“Ojalá no pase, pero si en un futuro surge otra pandemia, seguramente vamos a estar más preparados como humanidad”, expresó.
La científica opinó que esta situación generada por el coronavirus SARS CoV-2 es una oportunidad para que se conozca la importancia del trabajo científico.
“La sociedad está conociendo más el trabajo de los científicos. Muchos compañeros que conozco están en los medios. Es importante que se sepa que detrás siempre hay un equipo de jóvenes investigadores, estudiantes de maestría o de doctorado, que viven de becas. Este es el lado bueno que, como científica, veo de esta pandemia», concluyó.
Alexandra Perrone
Este artículo salió en la edición impresa de la Revista Caras & Caretas del jueves 30 de abril.