Unas 158 son nativas, el 25% del total. Se realizó por primera vez el análisis de la composición botánica del Jardín Botánico de Montevideo “Profesor Atilio Lombardo”.
Este pulmón de la ciudad de Montevideo fue inaugurado hace 118 años, en abril de 1902, con el objetivo de conservar las especies nativas, promover la enseñanza de la botánica y profundizar la investigación científica.
El proyecto fue impulsado por el naturalista José Arechavaleta (1838-1912), profesor de Botánica, Zoología e Historia Natural de la Universidad de la República, el paisajista francés Carlos Racine (1859-1935) y Cornelio Cantera (1854-1903), estudioso de la flora indígena uruguaya.
En sus inicios, el Jardín Botánico contaba con tan solo una hectárea y media, y es a partir de 1920 que comienza una importante ampliación que culmina en las más de 13 hectáreas con las que cuenta actualmente.
La primera vez que fue dirigido con una mirada científica fue entre los años 1924 y 1940, cuando el doctor Guillermo Herter comenzó un camino hacia la investigación de especies.
El trabajo fue continuado por el profesor Atilio Lombardo entre los años 1941 y 1973, el cual realizó un importantísimo aporte a la botánica nacional. El Jardín Botánico lleva su nombre desde 1985, y como logo, la flor del ceibo blanco (Erytrhina crista-galli var. Leucochlora), especie descubierta y descrita por Lombardo.
Análisis de la composición botánica
Entre los años 1958 y 1980 se realizaron varios inventarios parciales. En el año 2014, 34 años después, un grupo de pasantes realizó un nuevo inventario, pero también fue parcial.
Fue en el 2016 que Lauren Trinidad, estudiante de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar), decidió hacer como tesis de grado el primer análisis de la composición botánica del Jardín Botánico de Montevideo.
Trinidad contó a SobreCiencia que si bien se suele ver al Botánico como un lugar de ocio, sería muy importante que se le diera el sentido principal para el que fue creado: la conservación de especies nativas, la investigación científica y la divulgación de la horticultura y la botánica.
“Es súper importante saber que tenés, cuánto conservas. Capaz que la gente lo ve como ocio, como estética paisajística, pero realmente lo que interesa es la botánica y la fitogenética para la conservación”, señaló.
“Yo estoy investigando hace más de tres años, comencé en el 2016 a trabajar para relevar todo el parque, y lo hice cantero por cantero”, agregó.
Trinidad dijo que contó con la ayuda de sus directores de tesis, los ingenieros agrónomos Robert Rodríguez, Gabriela Jolochin y Juan Cabris, y con la colaboración del ingeniero agrónomo Carlos Brussa, que fue director del Botánico en dos oportunidades (1983-1985 y 2001-2016).
“Brussa investigó la flora nativa y trajo muchas especies en 1983. Salía a recorrer el Uruguay a buscar justamente especies nativas para traer al Jardín Botánico y conservar las semillas. Él me ayudó a identificar varias especies. También recupero áreas que se encontraban inundadas por más de 30 años, y recuperó las especies acuáticas”, detalló.
La estudiante agregó que desde el año 1000 A.C, los jardines botánicos eran privados, ya que pertenecían a personas de la alta sociedad. “En el 350 A.C. fueron creados por Aristóteles en Atenas, incluso a los griegos se los consideran los primeros ‘botánicos’, ya que fueron los primeros en clasificar sus plantas, los jardines botánicos se enfocaban a plantas medicinales y hortícolas”, detalló.
De un tiempo a esta parte, hubo un cambio del paradigma que modificó el objetivo de los jardines botánicos, pasando éstos de ser privados a estar al alcance de toda la población, y de contener plantas exóticas y medicinales a priorizar la conservación de especies nativas.
“Hay 2500 jardines botánicos en 165 países que conservan un tercio de plantas vasculares del mundo. Los que contienen más especies y los más antiguos están en países europeos, también en Estados Unidos y en Canadá. En Centroamérica hay 37, mientras que en América del Sur existen 53 jardines botánicos registrados”, señaló.
El análisis
Lauren Trinidad dijo que las especies nativas están poco representadas en el Jardín Botánico de Montevideo, ya que de las más de 3000 que existen en nuestro país, hay solamente 158, lo que representa un 5,3%.
“Familia, Género y Especie, son clasificaciones taxonómicas para poder agrupar a las plantas y clasificarlas. Por ejemplo, la Familia de las Mirtáceas, contiene más de 600 especies de Eucalyptus sp., el género es Eucalyptus. Pero hay más géneros dentro de la familia como son Angophora, Corymbia. Una familia puede tener uno o más cantidad de géneros y éstos a su vez tener uno o más especies”, explicó.
“En el Jardín Botánico de Montevideo hay en total 117 familias, 400 géneros y 626 especies. Son 2057 individuos vivos bajo cielo abierto. Cuenta con 48 canteros identificados en regiones geográficas, canteros de plantas útiles (hortícolas) y medicinales, acuáticas en piletones y fuentes. Las especies relevadas en esta etapa se clasificaron en varias categorías de formas de vida: árboles, arbustos, acuáticas, trepadoras, florales y hortícolas”, detalló.
Una de las conclusiones de su trabajo, es que hubo un incremento de árboles y arbustos en general, con un aumento importante de especies nativas, tanto en familias, géneros y especies.
En Uruguay existen 302 especies nativas de árboles y arbustos (Brussa y Grela- 2007), que en el Jardín Botánico están representadas en un 40%.
La estudiante detalló que el 25% de la riqueza específica del Botánico está representada por cinco familias: Fabáceas, Mirtáceas, Cupresáceas, Arecáceas y Asteráceas, lo que representa un total de 161 especies de las 626 existentes. Las primeras dos familias coinciden con las familias de especies nativas más representativas, conformando 36 especies y 28 géneros.
Trinidad subrayó que es fundamental mejorar la visión científica del Botánico, y remarcó que se están perdiendo varias especies.
“Más del 70% de los géneros, que es lo que da diversidad a los jardines botánicos, está formado por sólo una especie, y si se pierde la especie, se pierde el género y no tenés más nada porque tampoco hay intercambio de semillas, como pasa entre otros jardines botánicos del mundo. En Europa, en América Central, hay intercambio de especies, claro que no es un intercambio de semillas así nomás, se aplica un protocolo estricto. El intercambio de especies es otro de los objetivos de cuando se inauguró. Es necesaria una mirada hacia la ciencia para conservarlo”, expresó.
“En una oportunidad se había propuesto colocar códigos QR, y que con una aplicación, la gente pudiera saber qué especie es. Pero eso quedó en un proyecto que no se concretó. Se necesitan más recursos económicos para la investigación, crear leyes y políticas para la conservación y para el intercambio de semillas”, comentó.
“Yo quiero recibirme, y una vez que me reciba voy a hacer la presentación de la tesis con todos los que quieran ir, principalmente los socios del Jardín Botánico, que siempre están y colaboran en el mantenimiento del mismo.
Tengo pensado hacer la maestría enfocándome en la conservación del Jardín Botánico, quisiera que se le dé el lugar que le corresponde, que se comprenda su importancia”, concluyó.
*Esta nota salió publicada en al versión impresa, sección SobreCiencia, de la revista Caras & Caretas del jueves 18 de junio.