La modificación de los ecosistemas ocasionada por la acción del hombre, permite que estemos cada vez más expuestos a patógenos emergentes capaces de causar pandemias. Si bien son las características biológicas de este tipo de virus las que ocasionan enfermedades al ser humano, existe una responsabilidad que nos involucra como especie en nuestra interacción con la naturaleza.
Las primeras noticias sobre este nuevo virus comenzaron a circular con la llegada del año 2020, cuando se reportó un brote de una enfermedad respiratoria generada por un patógeno desconocido en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en China.
Más tarde, se supo que en diciembre de 2019 algunos centros de salud de esa ciudad habían informado sobre un grupo de pacientes con neumonía que tenían en común el haber estado en el Mercado Mayorista de Mariscos de Wuhan. Este mercado de animales húmedos comercializa distintos tipos de carnes y animales vivos. Las autoridades sanitarias de la ciudad cerraron el mercado el primero de enero, y se prohibió temporalmente en toda China la comercialización de animales silvestres.
La primera investigación científica fue publicada el 24 de enero en la revista The New England Journal of Medicine, financiada por el Programa Nacional de Investigación y Desarrollo Clave, y en el Proyecto Nacional Principal para el Control y Prevención de Enfermedades Infecciosas en China.
Este trabajo logró aislar e identificar al agente infeccioso como un coronavirus cuyo “pariente” más cercano sería un tipo de coronavirus del murciélago Rhinolophus affinis. Los investigadores también lograron secuenciar el genoma completo.
La doctora Adriana Delfraro, profesora de la Sección Virología de la Facultad de Ciencias (Udelar), explicó a SobreCiencia que los virus son agentes infecciosos que se caracterizan por tener un solo tipo de información genética -ADN o ARN- y por ser parásitos intracelulares obligatorios, o sea, solo pueden hacer copias de sí mismos cuando están adentro de una célula.
Agregó que el SARS CoV 2 pertenece al orden Nidovirales, es decir, a un grupo de virus que infectan a vertebrados con genoma ARN, A la subfamilia CORONAVIRINAE y al GÉNERO betacoronavirus.
Explicó que estos virus cuentan con un potencial de emergencia por su alta tasa de mutación, ya que en su replicación poseen una baja fidelidad de copia y son propensos a mutar rápidamente.
“Al día de hoy, la hipótesis más aceptada es que el ancestro más cercano de este virus es un coronavirus propio de los murciélagos. Vale aclarar que los coronavirus no solo afectan a humanos, sino también a aves y a diversos mamíferos, y entre esos mamíferos están los murciélagos
Aparentemente, este nuevo coronavirus surgió a través de lo que se llama ‘un salto de especie’ desde un virus parecido a los que circulan en murciélagos y, posiblemente, aunque todavía no está claro, de un hospedador intermedio. No habría sido un salto directo desde el murciélago al hombre, sino que quizás, al igual que como ocurrió con el SARS 1, hubo otro mamífero que actuó como hospedador intermediario. De todas formas, a dos meses y medio del surgimiento de este virus, estas son cuestiones que aún están a estudio”, remarcó.
La científica dijo que en varios puntos del planeta hay muchos ejemplos de situaciones de emergencia viral asociadas al comportamiento humano y su influencia en los ambientes naturales. Puso como ejemplo las actividades de caza, la deforestación para cultivos o construcciones, la actividad minera, y las grandes migraciones humanas causadas por la guerra.
“Es bastante complejo porque no hay una única causa, aunque sí un denominador común. Es la acción del hombre la que hace que las poblaciones de animales emigren para conseguir alimentos, porque les quita su hábitat natural. También incluimos los viajes internacionales, los movimientos humanos que, por ejemplo, llevaron a la introducción del Zika en las Américas.
No se trata solamente de la potencialidad del patógeno, que es capaz de mutar y generar esos saltos de especie, sino que nosotros, muchas veces, favorecemos esos saltos con nuestros comportamientos. También colaboramos mucho en la rápida dispersión con los viajes internacionales, el comercio, el contrabando de animales y la falta de control sobre los vectores, que muchas veces aumentan o modifican su distribución geográfica por el cambio climático, adaptándose a nuevos hábitat. Todo este combo hace que eventos como el que estamos viviendo hoy sean cada vez más frecuentes”, explicó.
Delfraro remarcó que el exterminio de animales no mejora la situación, sino que la empeora, ya que hay trabajos científicos que demuestran que esa no es la mejor política para controlar este tipo de zoonosis.
“La solución no es terminar con los murciélagos, porque sabemos que tienen roles muy importantes en los ecosistemas. Uno de los más importantes, que nos atañe como humanos, es que consumen gran cantidad de insectos voladores, controlando sus poblaciones. Actúan, además, como polinizadores y dispersores de semillas“.
La experta dijo que este virus es menos contagioso que el sarampión, la varicela o las paperas, pero aclaró que tiene una capacidad reproductiva alta.
“El número reproductivo básico (R0) de este virus, que sería el número de casos nuevos generados a partir de un único caso índice, se calcula entre 1,5 y 4. Mientras que, por ejemplo, el del sarampión es entre 5 y 18. Es cierto que tiene una tasa de reproducción más alta que la gripe H1N1, que ocasionó la pandemia en 2009, y que por lo tanto es más contagioso, pero hay otros aún más contagiosos. El problema principal es que la población mundial está ‘virgen’, por decirlo de alguna manera, porque no hay memoria inmunológica de este agente. Entonces, se juntan tres factores: que se transmite por vía respiratoria, que tiene un número reproductivo alto y que no tenemos memoria biológica que nos pueda defender. Este ‘combo’ es la razón por la que el virus se expandió tan rápidamente”, detalló.
Con respecto a si el ser humano puede infectarse dos veces con el SARS CoV2, la científica respondió que siempre vamos a tener respuesta inmune, pero aclaró que aún no sabemos si es protectora, ni qué tanto nos protege. “Todavía no está bien determinado ese punto”, aclaró.
Delfraro resaltó como algo muy positivo la velocidad en la que se trabajó para identificar y conocer muchos aspectos de este virus y puso como ejemplo que, en el caso del VIH, se demoró dos años en identificar al agente que estaba causando la enfermedad.
“Además del trabajo importantísimo realizado en China y de los datos que se compartieron rápidamente, hubo una explosión de trabajos que están en plataformas libres, en repositorios donde cada uno puede colocar su trabajo científico. La información fluye y eso es muy importante, pero hay que aclarar que no todos los trabajos tienen una revisión de pares. El primero, que fue publicado en enero, sí fue arbitrado, pero hay que tener cautela a la hora de interpretar y difundir públicamente los resultados, porque algunos pueden estar dando mensajes errados o contradictorios”, aclaró.
Al consultarle si como científica cree que esta situación de pandemia que estamos viviendo puede ser un llamado claro a respetar más y mejor a la naturaleza y a invertir más recursos en la investigación de la ciencia básica, Delfraro respondió que es necesario que los poderes político y económico entiendan el mensaje.
“Tenemos que interactuar de otra manera con la naturaleza. Tenemos que ser más racionales a la hora de usar los recursos, y más solidarios. Hay que tratar de gestionar esta situación: lograr que las personas se curen, crear una vacuna, un antiviral efectivo, pero también mirar más allá y empezar a modificar nuestra relación con los ambientes naturales. Tenemos que pensar cómo vivimos, cómo consumimos. Hay una responsabilidad política y de las personas que tienen poder económico, pero también hay una responsabilidad individual, de cada uno de nosotros.
Los científicos no estamos vinculados directamente a la salud pública, pero estamos relevando los ambientes naturales, viendo los virus que están en los roedores, en los murciélagos, monitoreando los mosquitos. Y a veces se piensa: ‘Estos muchachos están gastando recursos en estudiar esas cosas’, pero esa es la antesala, porque conocer esa información puede dar pistas y pautas que permitan prevenir, y en un futuro, salvar vidas. Conocer permite estar mejor preparados”.
Coronavirus uruguayos
Adriana Delfraro obtuvo hace poco la financiación del Fondo Clemente Estable de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) para llevar a cabo el proyecto “Caracterización de virus en murciélagos del Uruguay. Implicancias para la conservación de la biodiversidad e impacto en la salud humana y animal”. De este fondo participan docentes de la sección Virologia de Facultad de Ciencias, Facultad de Medicina y Unidad de Bioinformática del Institut Pasteur de Montevideo.
“El estudio se centra en algunos virus, entre los cuales están los coronavirus, los alfavirus, la rabia y los herpesvirus. Nuestra idea es monitorear desde el punto de vista virológico determinados puntos del país donde sabemos que hay colonias de murciélagos. Queremos saber qué patógenos virales están presentes en estas colonias. Por un lado, vamos a hacer esa búsqueda viral y, por el otro, a utilizar parte de esa información para generar modelos matemáticos que nos permitan ver los movimientos y la conectividad que hay entre las colonias de murciélagos en el Uruguay y en los lugares limítrofes.
Entender cómo se mueven en el territorio y que tan conectados están entre sí, nos ayuda en el monitoreo y en las políticas de control, evitando matar murciélagos.
En el caso concreto del coronavirus, quisimos empezar a poner el primer mojón para saber qué circulación existe de este tipo de virus. Tenemos referencias regionales como, por ejemplo, de Brasil, donde se han encontrado algunas variantes de coronavirus en las mismas especies que nosotros tenemos acá en Uruguay. Este proyecto va a ser importante para la formación de una masa crítica de conocimiento”, concluyó.
Texto: Alexandra Perrone.
Esta entrevista salió en la Revista Caras y Caretas el 20.03.2020.