Retorno a clases y posibles efectos de la no presencialidad. El próximo 15 de junio se habilitan los centros de educación inicial y primera infancia de todo el país, incluidos los CAIF y centros privados y públicos.
El Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que asesora al gobierno en esta emergencia sanitaria por COVID-19, subrayó la importancia de la vuelta a clases de los niños, principalmente los más pequeños, por los posibles efectos negativos que puede causar la cuarentena en sus procesos de aprendizaje y porque no serían transmisores de la enfermedad.
SobreCiencia conversó con el doctor Juan Carlos Valle Lisboa, Licenciado en Bioquímica (Facultad de Ciencias-Udelar), Magíster en Biofísica por el PEDECIBA, y docente e investigador del Programa de Neuropsicología y Neurobiología de la mente del Instituto de Fundamentos y Métodos de la Psicología (Facultad de Psicología-Udelar). El científico es además, integrante del Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje (CICEA).
En Cicea se desarrollan actividades de docencia, investigación y extensión, con el objetivo de fortalecer el aporte de las Ciencias Cognitivas a la Educación. Un ejemplo es el estudio de las trayectorias educativas y cómo se puede intervenir en ellas para mejorar la enseñanza y el aprendizaje de los niños.
“La neurociencia ha venido vinculándose o siendo parte del estudio de la mente humana desde hace mucho tiempo. La psicología la estudia a través de la observación del comportamiento y a esto se agrega un enfoque que intenta mirar lo que sucede en el cerebro durante los procesos de aprendizaje.
Se ha debatido mucho en la comunidad internacional para saber qué tanto puede aportar la neurociencia a la educación, y se ha visto que hay aportes, sobre todo cuando la neurociencia trabaja en conjunto con la psicología cognitiva y con otras ramas que se denominan ‘ciencias cognitivas’, que son las que más han estudiado qué pasa cuando aprendemos”, dijo Valle Lisboa.
Aprender a leer y escribir no es innato.
El científico explicó que la capacidad de adquirir un lenguaje hablado o de señas es natural en el ser humano, pero no pasa lo mismo con la capacidad de aprender a leer y a escribir, ya que en ese proceso se activan zonas muy específicas del cerebro.
“Aprender lenguaje es natural a los humanos que viven en comunidad. Los niños empiezan muy tempranamente a absorber todo. Es más, se sabe que en el útero de la madre ya se comienza a escuchar la entonación y a distinguirla como parte de su lengua materna.
Se dice que la escritura se inventó en la Mesopotamia hace cinco o seis mil años, pero en la mayor parte de la existencia del homo sapiens no hay escritura. Algo diferente sucede con el lenguaje, porque cualquier tribu perdida en cualquier lugar del mundo tiene un lenguaje articulado y complejo. Tenemos toda una serie de procesos para aprender el lenguaje, pero para aprender la lectura, no. La lectura es un invento, una tecnología, y esto es interesante porque utiliza zonas del cerebro muy específicas. Cuando aprendemos a leer, tenemos que ‘reciclar’ parte de nuestro cerebro. Por ejemplo, la facilidad para reconocer caras, que es algo complejo, porque para cualquier humano es más fácil reconocer las caras de su cultura que las de otra. Es esa facilidad neuronal la que utilizamos para reconocer las letras cuando aprendemos a leer.
Asimismo, las capacidades para distinguir detalles y el reconocimiento visual de patrones son reciclados para reconocer las letras y asignarles significados”, detalló.
El experto agregó que, por no ser una condición natural, se puede aprender a leer y escribir en cualquier momento de la vida, aunque reconoció que existe una mayor plasticidad cerebral antes del final de la adolescencia.
“En general, hay dos componentes: uno biológico, la plasticidad del cerebro, y otro social, vinculado al tiempo disponible que tiene un adulto para aprender algo nuevo.
Si quiero aprender a tocar la guitarra y tengo 40 años, tengo obligaciones como trabajar, cocinar, limpiar, y eso hace que no tenga tiempo suficiente para dedicarle. Además de plasticidad cerebral, cuando se es joven se tiene tiempo libre. Con respecto a la lectura, no hay un periodo crítico para aprender a leer; hay gente muy mayor que aprende y existen esos casos por todo el mundo”, expresó.
Valle Lisboa puntualizó que parte de nuestro vocabulario lo aprendemos leyendo, ya que vamos adquiriendo nuevas palabras y estructuras gramaticales sin darnos cuenta. Por eso, el empezar a leer muy tarde, hace que la persona conozca menos palabras y vea menos estructuras.
“La lectura expande nuestras capacidades lingüísticas y, por eso, los niños tienen que leer y continuar leyendo. Es importante que aprendan a descomponer los sonidos de las palabras, que aprendan el sonido de las letras y cómo se componen, que tengan experiencia lectora, que escriban y sigan creciendo en su capacidad de aprender a leer”, aseguró.
Investigación en centros educativos.
Una de las investigaciones realizadas por científicos de CICEA en conjunto con autoridades del Consejo de Educación Inicial y Primaria (ANEP) y el aporte de datos de la plataforma GURÍ (CIEP), tuvo que ver con la relación entre la asistencia a la educación inicial y las tasas de repetición en primer año.
El estudio mostró que los niños que no iban a educación inicial o faltaban mucho, tendían a una mayor tasa de repetición, y que los que ingresaban a primer año de escuela con cinco años, porque cumplían hasta el 30 de abril, tenían más dificultades en el aprendizaje.
Valle Lisboa explicó que en la plataforma GURÍ se detalla la trayectoria educativa de cada alumno, y eso permite a los científicos descubrir posibles factores que pueden ocasionar dificultades en el aprendizaje y entender qué tan útil puede ser la repetición.
“Nos planteamos hacer esto estudiando las notas y las tasas de repetición, y lo primero que vimos fue que, efectivamente, la intuición de los maestros era correcta: los niños de menor edad de una clase tienden a mayores tasas de repetición y menores notas, sobre todo en primer año, y en este sentido no hay diferencias entre distintos niveles socioeconómicos. La asistencia regular a la educación inicial es muy protectora de la trayectoria educativa”, señaló.
“En Uruguay tenemos la cultura de que al jardín de infantes el niño va a jugar un poquito. Pero son importantes la asistencia regular y la adquisición de ciertos hábitos y normas de interacción social. Hay un montón de cosas precursoras al aprendizaje de primero”, remarcó.
El estudio, que aún no está publicado, se realizó entre los años 2013 y 2018. Los datos corresponden a 2075 escuelas en Uruguay con un total de 459.444 niños y 15.706 docentes.
Aprendizaje y pandemia.
Respecto a la importancia del retorno de los niños a las clases, principalmente de los que están en la etapa de aprender a leer y escribir, el científico coincidió con lo expresado por el doctor Henry Cohen, integrante del GACH, en conferencia de prensa, en cuanto a que “los efectos positivos del cierre escolar son discutibles, pero los negativos, son indiscutibles”.
Valle Liboa aseguró que va a ser muy difícil conocer el efecto de no asistir a clases y estar en cuarentena, aunque consideró que seguramente el daño en los más chiquitos no sea irreversible, por lo que primero que nada, “no hay que desesperarse”, dijo.
Sin embargo, aseguró que “no podemos dejar a los niños siempre encerrados”, y reiteró la importancia que tiene la interacción social para el aprendizaje.
“Todos aprendemos por interacción social. Muchos resultados muestran que no se aprende lo mismo con un medio digital que con una persona. Hay experimentos clásicos del grupo de Patricia Kuhl, que estudió el proceso de vida de un bebé entre los seis y los diez meses. Lo ponía a jugar con su cuidadora, que era de nacionalidad china, y le hablaba en chino, o le ponía un programa de televisión muy llamativo, también en chino.
Ella quería saber si los niños percibían el contraste fonético del chino. Por ejemplo, los chinos no reconocen los contrastes fonéticos de la r y la l en el idioma español, como nosotros no reconocemos muchas variantes fonéticas de otras lenguas.
Con este estudio, demostró que solo los niños que interactuaban con una persona adquirían una base como para seguir aprendiendo el idioma. Hay un aspecto de la interacción social que parece que nos programara para aprender”, explicó.
El científico dijo que en la actual situación de pandemia, el aprendizaje que se da a través de la interacción social puede ser suplido, en parte, por los padres o familiares, si juegan e interactúan con los niños.
“El niño chico, de dos o tres años, aprende mucho con el juego. No se aprende de las interacciones si no hay otros que hacen lo mismo.
Los niños se enseñan unos a otros. Un niño más grande le enseña al más chico de una manera muy sencilla y muy natural. Eso se ha estudiado. Somos uno de los pocos animales que tenemos el instinto de enseñar. Hay una investigadora argentina, Cecilia Calero, que trabaja en esa línea de investigación, y también Sidney Strauss, investigador israelí, trabaja este aspecto del aprendizaje”, señaló.
El experto dijo que le preocupa lo que haya pasado en este tiempo con los niños que están en la etapa crucial de aprender a leer y escribir, y manifestó que será importante, en un futuro, tener en cuenta si los niños que cursan primer año en este 2020 adquieren una base suficiente como para pasar de año.
“Si en segundo de escuela se espera que los niños ya sepan leer y escribir, y no aprendieron, es complicado. El año no se pierde del todo; puede haber algunos a los que les vaya bárbaro y otros a los que no. Se va a necesitar mucha flexibilidad y paciencia en los años que vienen para resolver esto.
Lo bueno es que en Uruguay, con el Plan Ceibal, vamos a poder evaluar muchas cosas.
Vamos a poder ver los efectos de las distintas formas de trabajo en condiciones de aislamiento.
Sería muy bueno que el Plan Ceibal pusiera a disposición de la comunidad académica los datos para investigar el desarrollo y el aprendizaje durante este período.
Con respecto a nuestra investigación con los datos de la plataforma GURÍ, podríamos ir más allá, ver los avances específicos, y saber a qué niño tenemos que atender de qué manera.
Nadie en el mundo sabe realmente cuál ha sido el efecto de esto, pero tenemos la seguridad de que esto no se puede prolongar mucho en el tiempo. Yo hablé de lo cognitivo, pero tal vez lo más importante es lo afectivo porque el niño no solo aprende por las interacciones sociales, sino que las busca, y buscar algo que no puede completar, genera enormes niveles de frustración.
Pero tampoco es que esto va a generar una patología. Hasta ahora lo que hemos tenido es reversible, pero no podemos seguir mucho tiempo más, máxime cuando sabemos que los niños parecen no ser fuentes importantes de contagio de la enfermedad”, concluyó.
Alexandra Perrone.
Esta nota salió en la sección SobreCiencia de la revista Caras & Caretas del viernes 5/06/20