El estudio se enfoca en bebés menores de 15 meses. Desde el Laboratorio de Neurociencias de la Facultad de Ciencias (Udelar) impulsan una investigación sobre el desarrollo de la empatía y el comportamiento social en bebés entre 11 y 15 meses. Entender esta capacidad del ser humano podría contribuir a mejorar nuestras interacciones sociales y a promover comportamientos prosociales a lo largo de nuestra la vida.
El proyecto de maestría de Antonella Arrieta está enfocado a encontrar, en bebés menores de 15 meses, aquellos factores del vínculo madre-hijo que puedan estar influyendo en el desarrollo del comportamiento social y de la empatía.
Antonella Arrieta es licenciada en Bioquímica e investigadora del Laboratorio de Neurociencias de Facultad de Ciencias de la Udelar. La investigación está orientada por la doctora Annabel Ferreira, integrante de la sección Fisiología y Nutrición de la Facultad de Ciencias, y por el doctor Leonel Gómez, del Laboratorio de Neurociencias. En la iniciativa participan, además, investigadores del Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje (Cicea) y la sicóloga Emilia Sasson.
La científica explicó a SobreCiencia que si bien no existe a nivel científico una única definición de la empatía, sí hay un consenso respecto a que la empatía es la capacidad de percibir, entender y sentir los estados emocionales de los demás, y que se acompaña de comportamientos motivados a reconfortar o consolar al otro.
Arrieta agregó que la empatía se constituye de tres grandes componentes: lo afectivo, lo cognitivo y lo motivacional. Estos aspectos fueron abordados en muchas investigaciones científicas, pero nunca con niños menores de dos años y medio.
“Algo fundamental a señalar es la importancia de la maternidad, pero no como un proceso único de nosotros los humanos, sino compartida con todos los mamíferos. La maternidad implica cambios fundamentales en el cerebro de la madre, adaptaciones clave que responden a las demandas de la cría para que aumente sus chances de sobrevivir.
Esas adaptaciones se dan en distintas áreas del cerebro y van variando conforme se consolida el vínculo entre madre e hijo. En el caso de las madres humanas, la literatura reporta cambios en diferentes áreas del cerebro en distintos momentos de la maternidad. Por ejemplo, hay un estudio que muestra que en las madres primerizas, dos o cuatro semanas después de nacido el bebé, se registra una mayor actividad en la amígdala, pero meses más tarde en otras áreas del cerebro como la corteza prefrontal y el hipotálamo, ocurren cambios estructurales y funcionales en la activación de áreas específicas, así como en la comunicación entre las mismas.
Entonces, si es tan importante este vínculo, este diálogo que se tiene que dar entre la madre y el hijo ¿qué pasa con otros procesos? ¿El vínculo es capaz de modular, por ejemplo, la empatía?¿Aparecen las respuestas empáticas antes de los dos años de vida? ¿Aparecen con todos sus componentes? ¿Con qué intensidad? ¿La sincronía comportamental y fisiológica de la interacción madre-hijo se asocia al desarrollo de comportamientos empáticos en los bebés? Nuestro foco se encuentra en lo que sucede en edades tempranas y en el momento en que puede estar surgiendo la empatía”, detalló.
Laboratorio a domicilio
El año pasado se realizó el primer llamado a madres con bebés para colaborar con esta investigación, y respondieron más de sesenta. Sin embargo, por distintas razones, los investigadores no pudieron concretar con todas el protocolo del proyecto, y los primeros resultados los obtuvieron de un grupo de veinticinco participantes con sus respectivos bebés.
“A finales de 2018, comenzamos con esta idea -es mi proyecto de maestría de PEDECIBA-, que fue creciendo a medida que surgieron nuevas interrogantes. Lo presentamos como proyecto de iniciación a la investigación de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) y afortunadamente quedó financiado. Este año vamos a empezar a ejecutarlo; estamos muy entusiasmados y esperamos que se anoten más madres para esta nueva etapa de la investigación.
Al trabajar con humanos, nos enfrentamos a una variabilidad muy grande ante los sujetos, y eso hace que para llegar a ciertas conclusiones necesitemos una muestra muy grande. Al mismo tiempo, trabajar con bebés nos enfrenta a situaciones inesperadas porque son muy impredecibles y depende de si tienen o no un mal día. Por lo tanto, entran en juego muchas variables que hacen que contemos con una cifra de participantes menor a la de quienes tuvieron la voluntad de participar”, explicó.
El primer contacto de las madres con el equipo de investigación es vía electrónica, ya que deben ingresar a una base de datos. Luego de manifestar la voluntad de participar, reciben unos formularios que ayudarán a los científicos a conocer aspectos vinculados a la edad del bebé, y cuestionarios que recaban información sobre el estado emocional y de la empatía de la madre .
La parte medular del proyecto consiste en ir al hogar de esa madre y realizar el protocolo. En todo momento de la investigación, se prioriza el bienestar de la madre y su hijo, y se asegura la confidencialidad de sus datos personales.
“Nuestro protocolo está dividido en dos grandes partes. La primera tiene que ver con la interacción madre-hijo, y la segunda, específicamente con la empatía. En primera instancia, la madre tiene que jugar con su hijo como lo hace habitualmente. Para eso llevamos un pequeño laboratorio móvil, una valija a la que llamamos ‘babylab’, que contiene peluches, camioncitos, cámaras y bandas de frecuencia cardíaca. Luego proporcionamos los juguetes al binomio madre-hijo para que puedan jugar entre tres y cinco minutos. Para la segunda parte del protocolo, la madre recibe la instrucción de que tome un juguete y simule que se pincha y siente dolor. El dolor fingido es un protocolo que en la literatura está ampliamente utilizado. La madre debe estar concentrada en esa simulación sin condicionar al bebé para que responda. Antes del procedimiento, les damos un pequeño entrenamiento que consiste en mirar un video. El procedimiento completo es filmado por los investigadores”, contó.
Arrieta explicó que como la empatía no se mide tan fácilmente como puede medirse, por ejemplo, la temperatura, los científicos se guían por la observación de los comportamientos específicos del bebé durante el procedimiento: evaluación, preocupación o angustia frente a la reacción de la madre. Desde un plano más fisiológico, miden a ambos participantes la frecuencia cardíaca de una forma no invasiva.
“Medimos la frecuencia cardíaca en el niño y en la madre con unas bandas bastante sofisticadas que la madre se coloca a sí misma y a su bebé a la altura media del torso. Tratamos de que sea como un juego, porque tienen luces. No siempre podemos hacer el protocolo completo, pero más allá de si se puede completar o no, nos vamos contentos. Trabajar con bebés es una dosis de vida para nosotros”, señaló.
Resultados preliminares
Arrieta remarcó que estos resultados fueron tomados en un grupo de dieciocho madres, por lo que son muy preliminares y tienen que ser entendidos con esa cautela.
“En estos primeros resultados vemos que las respuestas empáticas en los niños de 11 a 15 meses están presentes en todos sus componentes: afectivo, cognitivo y prosocial. Hay conductas que tienen que ver con el accionar para consolar al otro (prosocial), otras con un aspecto más cognitivo, como por ejemplo el tratar de entender la situación, y componentes que reflejan la preocupación o la angustia, o sea, el estado afectivo de los niños frente al ‘dolor’ de la madre.
Otra cosa que encontramos es que los niños de entre 11 y 12 meses tienen diferencias respecto a los de 14 y 15. Estos últimos parecen presentar con mayor intensidad comportamientos para tratar de reconfortar al otro. Es interesante ver cómo en tan poquitos meses hay un salto en el componente prosocial. Queremos seguir explorando esta diferencia para ver si realmente existe y cómo se está dando, y para eso debemos aumentar el número de participantes.
También vimos que las interacciones vocales entre la madre y el niño en la primera etapa del protocolo parecerían estar asociadas a un componente más cognitivo de la empatía, por ejemplo, al tiempo que el bebé pasa mirando el objeto que genera ‘dolor’ en la madre. Es importante aclarar que no estudiamos de forma aislada a la madre y al bebé durante la primera fase, sino a lo que surge del binomio madre- hijo, de ese vínculo”, detalló.
Arrieta adelantó que la nueva etapa de la investigación implicará la utilización de un software muy avanzado denominado ‘OpenPose’, que permitirá reconocer los esqueletos de la madre y del niño y analizar la sincronía y el ritmo entre ambos.
“Este software se está comenzando a utilizar en el Cicea, con la colaboración de Andrés Méndez y Bruno Carballido, que nos están ayudando con la implementación del programa”, contó.
“Estamos interesados en aspectos relacionados al vínculo madre-hijo, en particular en la sincronía comportamental y fisiológica que se observa en momentos de juego entre ambos. En este caso, hablo de la madre, pero también está implícito el vínculo que se genera con el cuidador a cargo”.
La experta enumeró algunas de las interrogantes que surgieron de estos primeros resultados, como qué ocurre según el sexo biológico de los bebés o que pasaría si este protocolo se realizara con el padre. También hizo referencia a la importancia de estudiar la empatía en un contexto positivo.
“Por ejemplo, te llama un amigo y te cuenta que logró algo que quería mucho. Ahí uno no solo se siente feliz, sino que comparte y festeja con el otro y surgen acciones como felicitarlo constantemente o invitarlo a festejar. En ese caso, no tomamos acciones para reconfortarlo, sino para compartir y fomentar su estado de alegría. Se trata de un contexto positivo y no negativo”, comentó.
“Somos animales sociales y es parte de nuestra naturaleza interaccionar y manejarnos en ese mundo social, pero cuando eso no sucede, es fundamental saber cómo brindar esa herramienta, cómo promoverla, cómo contribuir a ese niño a desarrollar la empatía para que pueda tener un mejor pasaje por el mundo social. En contextos negativos, entender, sentir y reaccionar ante el sufrimiento del otro podría bajar la agresión, porque hay una comprensión y un accionar para cuidarlo o consolarlo”, explicó.
A pesar de la situación actual que estamos atravesando con el coronavirus, desde el laboratorio se llama a las madres que se inscriban para desarrollar el proyecto en el correr del año.
Arrieta dijo la convocatoria se mantiene vigente para bebés de 0 a 11 meses, y agregó que en función de la edad van a ir coordinando la agenda de visitas y haciéndole el seguimiento a cada diada madre-hijo.
Se puede participar a través del mail: proyectoempatia.participacion@gmail.com
Esta nota fue publicada en la revista Caras y Caretas el 13.03.2020