El 19 de Junio del 2014 entraba en órbita el primer satélite uruguayo, AntelSat; una iniciativa que permitió dar enormes pasos en cuanto al aprendizaje y al desarrollo de proyectos así como la adquisición de conocimiento que hoy en día continúa aplicándose en muchas áreas.
El ingeniero Juan Pechiar, coordinador del proyecto AntelSat e integrante del Instituto de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República (UdelaR) contó a SobreCiencia que fue una oportunidad muy rica para adquirir conocimientos y experiencia, en una iniciativa multidisciplinaria.
“Empezamos a finales del 2006, cuando se nos planteó la idea de hacer un satélite. Arrancamos en pasos muy pequeños, con proyectos de estudiantes de grado y equipos desarrollados por ellos; principalmente plataformas para globos estratosféricos, porque no teníamos gente, ni presupuesto. Y ya bastante avanzado el proyecto lo presentamos en Ingeniería de Muestra. Ahí fue que captó el interés de Antel, que terminó siendo el soporte financiero para que se transformara en satélite. Hubo que adquirir mucho conocimiento y mucha experiencia porque era algo nuevo”, dijo.
Pechiar destacó que desde el inicio el objetivo del proyecto era generar capacidades y experiencia en el país. El desafío era hacer todo desde cero, el diseño mecánico y electrónico, además del software.
“En Uruguay nunca se había hecho nada que fuera al espacio. Pero uno aprende cuando hace las cosas. Este es un caso claro de ciencia aplicada. Lo que queríamos no era mandar un satélite, era aprender. Ese era el principal objetivo del proyecto. Queríamos hacer cosas nuevas para la carrera de ingeniería. En ese sentido fue revolver un poco la Academia y la ingeniería del país para innovar. Porque si uno está estudiando lo mismo durante 50 años, el mundo te pasa por arriba. Para mandar algo al espacio se necesitan muchos avances tecnológicos y esa tecnología necesita de avances científicos. Esta es un área en la que la ciencia y la tecnología se juntan”, agregó.
El satélite
AntelSat, de 20 cm de largo, correspondía a un estándar llamado CubeSat, un nanosatélite, con dos unidades.
“Este tipo de satélite tiene dos partes, una que se llama aviónica, que es la base del satélite, la que lleva todo el panel de energía, la batería, lo necesario para comunicarse con la tierra, el control de actitud, que es para dónde está apuntando el satélite, entre otras cosas. Hay otra parte que se llama ‘carga científica’ o carga útil, que es lo que lleva el satélite. Por eso, la carga científica fue desarrollada por un grupo de ingenieros de Antel. La misma consistía en dos cámaras de imagen, una para infrarrojos y otra para color. Todo un sistema de procesamiento de imagen para poder transmitir esas imágenes a tierra. Entonces, el satélite estaba dividido en dos, una mitad echa por Facultad de Ingeniería y otra por Antel”, detalló Pechiar.
El día que Uruguay llegó al espacio
El AntelSat partió el 19 de junio de 2014 en el portador ruso Dnepr desde Yazni, cerca de la frontera con Kazajistán, un sitio que originalmente fue una zona de lanzamientos de misiles durante la Guerra Fría y que hoy en día se utiliza para poner satélites en órbita.
Este primer satélite uruguayo viajó en una especie de vaina llamada P-POD; que tiene lugar para cinco microsatélites. Por ese motivo, las pruebas previas para ser enviado al espacio fueron muy rigurosas.
“Hay que tener en cuenta que las universidades vienen mandando cosas al espacio desde el Sputnik hasta el Explorer. Eran construidos por universidades que siempre estuvieron en la vanguardia. El satélite se lanzó el 19 de junio del 2014, todo el mundo se acuerda porque fue el día del partido de Uruguay-Inglaterra, y es más, fue a la misma hora. Los preparativos terminaron unos meses antes, a las corridas, porque la primera vez que haces algo así no podés saber cuánto te va a llevar. Las últimas pruebas de calificación de vuelo se hicieron en California, que es cuando te dicen si el satélite está apto para volar en un cohete con otros satélites. Para nosotros, la clasificación de vuelo ya fue una fiesta, cuando nos dijeron que cumplía con todos los requisitos, porque significó que hicimos algo que puede subirse al cohete y volar. Después subió y funcionó; y estuvimos trabajando con él un año”, contó Pechiar.
Una vez en la órbita baja del espacio, el satélite fue seguido por sistemas instalados en dos estaciones terrenas. Una de Antel, ubicada en la Central Manga, y otra en la Facultad de Ingeniería. Pasaba por nuestro país dos veces por día cerca del mediodía y dos veces alrededor de medianoche. La información que envió AntelSat fue captada por varios radioaficionados en distintas partes del mundo.
“Contamos con la colaboración de radioaficionados de Japón y con la ayuda enorme del radioaficionado uruguayo Horacio Rasetti, y otro que está en La Plata, Argentina, que todos los días en todas las pasadas del satélite nos mandaba la información. Estuvimos un año controlándolo, todo el equipo sacando los datos. Cada vez que pasaba por acá, teníamos diez minutos para poder comunicarnos”, dijo.
Una de las cosas que destacó muy especialmente Pechiar es que muchos satélites de universidades que se lanzan al espacio no funcionan, porque el viaje es muy violento, y más allá de que pasen todas las pruebas previas, las posibilidades de fallar son muy altas. Estaba previsto que este nanosatélite uruguayo durara seis meses, que es lo que se estima para un satélite de esta magnitud. Antel Sat estuvo hasta abril del 2015, unos diez meses, y fue un proyecto que triunfó desde el comienzo por promover y desarrollar nuevas capacidades en educación e investigación.
“Por este proyecto, que duró ocho años, pasaron muchas personas y sobre la última etapa éramos unos 60, y el equipo digamos de “nerds”, éramos unos ocho en facultad de ingeniería. Y unos ocho también de Antel. El trabajo fue en conjunto, dejamos muchas horas ahí. Trabajábamos siete días a la semana, diez horas o más. Ahora mi principal trabajo es en Plan Ceibal, en investigación y desarrollo del Plan Ceibal. Toda esta experiencia y conocimiento quedaron en el país. Es conocimiento aplicable a muchas áreas, no sólo al desarrollo de satélites”, concluyó.
Texto: Alexandra Perrone.
Foto: Web Radio Uruguay
Entrevista: Gustavo Villa.